Necesitamos a la naturaleza para que nos enseñe el camino a casa, el camino de salida de la prisión de nuestras mentes. Dependemos de la naturaleza no solo para nuestra supervivencia física, nos hemos perdido en el hacer, en el pensar, en el recordar, en el anticipar: estamos perdidos en un complejo laberinto, en un mundo de problemas, hemos olvidado lo que las rocas, las plantas y los animales ya saben.   Nos hemos olvidado de ser: de ser nosotros mismos, de estar en silencio, de estar donde está la vida: Aquí y Ahora, llevar tu atención a una piedra, a un árbol o a un animal no significa pensar en ellos, sino simplemente percibirlos darte cuenta de ellos, cuando camines o descanses en la naturaleza, honra ese reino permaneciendo allí plenamente.  Serénate.  Mira.  Escucha, tú no creaste tu cuerpo, y tampoco eres capaz de controlar las funciones corporales. 

 

En tu cuerpo opera una inteligencia mayor que la mente humana.  Es la misma inteligencia que lo sustenta todo en la naturaleza. Para acercarte al máximo a esa inteligencia, sé consciente de tu propio campo energético interno, siente la vida, la presencia que anima el organismo, observa cómo cada planta y animal son completamente ellos mismos. A diferencia de los humanos, no están divididos en dos. No viven a través de imagines mentales de sí mismos, y por eso no tienen que preocuparse de proteger y potenciar esas imágenes, todas las cosas naturales, además de estar unificadas consigo mismas, están unificadas con la totalidad. No se han apartado del entramado de la totalidad reclamando una existencia separada: “yo”, el gran creador de conflictos, cuando percibes la naturaleza solo a través de la mente, del pensamiento, no puedes sentir su plenitud de vida, su ser.  Solo, ves la forma y no eres consciente de la vida que la anima, del misterio sagrado.  El pensamiento reduce la naturaleza a un bien de consumo, a un medio de conseguir beneficios, conocimiento, o algún otro propósito práctico, necesitas que la naturaleza te enseñe y te ayude a reconectar con tu Ser, no estás separado de la naturaleza. 

 

Todos somos parte  de la Vida Una que se manifiesta en incontables formas en todo el universo, formas que están, todas ellas, completamente interconectadas, cuando reconoces la santidad, la belleza, la increíble quietud y dignidad en las que una flor o un árbol existen, tú añades algo a esa flor o a ese árbol, pensar es una etapa en la evolución de la vida.  La naturaleza existe en una quietud inocente que es anterior a la aparición del pensamiento. Cuando los seres humanos se aquietan, van más allá del pensamiento.  La quietud que está más allá del pensamiento contiene una dimensión añadida de conocimiento, de conciencia, la naturaleza puede llevarte a la quietud.  Ese es su regalo para ti. A través de ti, la naturaleza toma conciencia de sí misma. Cuando percibes la naturaleza y te unes a ella en el campo de quietud, este se llena de tu conciencia.  Ese es tu regalo a la naturaleza. Es como si la naturaleza te hubiera estado esperando durante millones de años.